Imagina que vas a calentar ese café con leche que tienes en la nevera
desde ayer y al abrir el microondas te consigues con que hay una
cucaracha adentro. Si eres como yo que no le tienes miedo a esas bichas
marrones aladas, se te prende el instinto de la maldad y dices “voy a
freírla”, prender el horno y te das cuenta con un dejo de frustración
que la desgraciada se mueve de un lado a otro y no se muere.
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