Los niños se caracterizan por su vitalidad. Se pasan el día saltando,
corriendo, bailando… Por eso, cuando les vemos quietos, cabizbajos y sin
ganas de moverse, la sospecha de que pueda tener fiebre suele ser
cierta. Lo primero que hay que hacer es no asustarse porque «la fiebre
no es una enfermedad, es un síntoma de una infección», tal y como
asegura Felipe González Martínez, médico adjunto de hospitalización
pediátrica del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
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