Inmediatamente después del estampido de
placer y de hormonas que acompaña al orgasmo, ocurre el apagón. Los
franceses, más sutiles, lo llaman la ‘petite mort‘ (pequeña muerte). El
hombre, exhausto, no pide más. Si acaso, un capricho liviano: un
cigarrillo, algún tentempié o la consabida cabezadita, tan
desconcertante para la mujer. Ellas, sin embargo, encuentran en este
momento la ocasión de reforzar su vínculo afectivo con la pareja y
reclaman caricias y palabras de amor, según observaron en sus
investigaciones los psicólogos estadounidenses Daniel Kruger y Susan
Hughes.
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