A usted seguro que no, pero a mí me llegan todos los días mensajes y
cadenas en apoyo al presidente venezolano. No soy católica; sin embargo,
recibo, al menos, un par de correos electrónicos al día que me piden
formar parte de alguna cadena de rezos, de alguna de las vigilias que se
organizan a diario no solo en la República Bolivariana, sino alrededor
del mundo. Cada dos por tres veo en el Facebook imágenes de la figura
del presidente que hizo que extranjeros pudieran ubicar a Venezuela en
el mapa. “¡Fuerza, Chávez!”, escriben algunos. “¡Estamos contigo, mi
comandante!”, escriben otros.
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