Cuando entrevistamos a
jóvenes consumidores que están haciendo un esfuerzo por desconectarse
(deshabituarse) del consumo de drogas, lo que temen y extrañan es perder
la sensación de placer, a sabiendas que ya están acusando (así lo
señalan) las consecuencias letales, que luego son corroboradas por los
psiquíatras, psicólogos y toxicólogos que los están tratando, cuando le
precisan, que su cerebro, no está funcionando bien y, que sus conductas
díscolas e inadecuadas son precisamente parte de esas consecuencias.
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