La respiración óptima nos permite tomar suficiente oxígeno
para llevarlo a la sangre y al cerebro, potenciando nuestras capacidades
mentales. Como es una función automática (controlada por el
bulbo raquídeo), al hacerla consciente estamos activando una parte del
cerebro más sofisticada (la corteza cerebral) y lo convertimos en un
ejercicio mental.
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