Los medios, como el diablo, son ingratos con quien bien les sirve.
Cuando los libretistas del humor y la comicidad empezaron a escasear,
fueron sustituidos por nalgas, tetas, botox, silicón y biopolímeros. El
rating ya no dependía del ingenio de un Menéndez Bardó o un Tito
Martínez del Box, sino de la tentación de la carne sin el perdón de los
pecados.
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