En Venezuela ocurre un fenómeno sociolingüístico muy interesante. A diferencia de otros países, la barrera cultural entre miembros de distintas clases sociales es bastante flexible. Así, un joven de 35 años con una carrera universitaria y un trabajo bien remunerado se comunica en el mismo lenguaje con un bombero de una gasolinera; hablando de igual a igual, introduciendo términos como “compadre”, “amigo” ó “primo” para dirigirse al gasolinero y viceversa. En México o en Colombia esta situación sería prácticamente imposible por la marcada distancia social.
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